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¿Lloramos por ti, Argentina?
A menos que el partido de futbol sea contra Guatemala, yo le voy a Argentina. No es porque ahora sean campeones mundiales y tengan una constelación de futbolistas sino porque allí residí varios meses mientras realizaba estudios; de eso hace ya un buen rato. Estando en Buenos Aires en el Monumental vi jugar al River Plate contra Racing Club y, en su estadio, a Independiente frente Huracán. En cierta ocasión crucé el Río de La Plata (en realidad un pequeño mar) para ver en Montevideo el clásico de Uruguay: Peñarol contra Nacional.
La afición por aquel país de talento futbolístico ha resucitado estos días con motivo de la elección presidencial de Javier Milei. En base a mis vivencias, posteriores visitas, lecturas, diálogos y continua revisión de crónicas y noticias sobre Argentina, intentaré explicar mi visión sobre el holgado triunfo del polémico y despeinado nuevo presidente.
Cuando arribé a Buenos Aires mi primera residencia, junto a otros becarios, fue el hotel del Sindicato Luz y Fuerza, un bonito hotel ubicado en el privilegiado Barrio Norte (la zona 14 de esa ciudad), perteneciente a los trabajadores del sector eléctrico. Los trabajadores tenían ese y otros "lujos" (clubes de recreo, canchas deportivas).
Atrás en el tiempo, en las décadas de 1940 y 1950, gobernó ese país el general Juan Domingo Perón palabra y dulces gestos de Evita; Santa Evita, la llamaría Tomás Eloy Martínez. En ese tiempo crearon un pomposo y bien dotado Ministerio de Bienestar Social, centro de beneficencia de "los descamisados" como laman allá a los necesitados y menesterosos.
Otra anécdota que espero sea pertinente: como nuestra especialización en Programación Social era flexible se nos ocurrió solicitar al director que nos gustaría conocer los planteamientos de la Juventud Peronista, un cuasi partido político socialdemócrata cercano a Los Montonceros, grupo guerrillero argentino. Durante toda una tarde estuvimos conversando con muchachos treintañeros sobre infinidad de asuntos. En algún momento nos contaron que estando de visita en China se entrevistaron con el legendario Mao Tse Dong. "Si yo fuera argentino seria peronista", les dijo el revolucionario patriarca chino. ¿Qué les estaba dando a entender? Que el cambio y la revolución tienen múltiples vías y caminos, y que la lucha pacifica es preferible a la sufrida lucha armada que él encabezó.
En el transcurso de los años el cambio que encabezaron Perón y Evita fue degenerando en populismo sin fundamento financiero; ferrocarriles y subterráneo subsidiados, sindicalismo de todos los tamaños y colores, distribución de prerrogativas y beneficios al que mas grita y protesta. En una palabra: Argentina ha estado repartiendo recursos que no tiene, pidiendo más y más préstamos, cargando impuestos a la gente y las empresas, sobre todo a la carne y la soja, en lo cual Argentina fue granero que abastecía al mundo.
En ese contexto, esa floreciente nación fue convirtiéndose en fábrica de pobres, galopante inflación, talentos que buscan emigrar (futbolistas incluidos). La desesperanza como signo.
Tal es, en resumidas cuentas, el escenario argentino de este año electoral.
Si fuera argentino no hubiera votado por Milei, el arrogante candidato que tenía como emblema la motosierra que desbarata el Estado, pero no tengo ninguna dificultad en entender el desesperado grito de ¡Socorro! que representa su elección como futuro presidente. Por eso entiendo, sin sesgos ni traumas ideológicos, el triunfo de Milei. Es digno de aplauso que el candidato perdedor (Sergio Massa) tres horas después de cerradas las urnas reconoció el triunfo de su encarnizado opositor.
Mientras tanto, lloro por ti, Argentina, tierra madre de un gran educador (Domingo Sarmiento), abuela de los gauchos e hija de un gran escritor a quien le negaron el premio Nobel (Jorge Luis Borges).
© Francisco J. Sandoval
Escritor y científico social. Autor de La última batalla (Literatura Abierta, 2023)